las dos primeras del XXI en torno a conceptos como "revolución", "tiranía", "intelectual", 
"democracia", "socialismo", "imperialismo". 
  En este artículo, que usa como técnica de investigación la revisión bibliográfica y 
documental, hacemos un recorrido valorativo por su legado teórico y crítico, referente de 
muchos análisis en Hispanoamérica. La hipótesis que manejo es la siguiente: La auténtica 
vocación humanista y la defensa a ultranza de la poesía, con especial profundización en la 
continuidad  del  pensamiento  latinoamericanista  de  José  Martí,  hacen  que  la  obra  de 
Fernández  Retamar  trascienda  las  chaturas  que  su  propia  militancia  política  y  ejercicio 
burocrático le endosaron. Ensayista, catedrático, promotor cultural, editor, traductor: poeta, 
Retamar alcanzó una depurada producción intelectual que, a pesar de estar marcada por 
ciertos  enfoques  ideológicos  dogmáticos,  se  situó  en  el  reino  autónomo  de  la  mejor 
literatura.  
  Puesto  que se  hablamos de  vocación humanista,  es oportuno  hacer un  paréntesis 
para acercarnos los múltiples relieves que podrían distinguir al término que le da origen. 
Más allá de la imposibilidad de definir con precisión inequívoca el concepto de lo humano 
(Castillo,  2014),  el  humanismo,  en  tanto  tendencia  de  pensamiento  y  conducta,  “actitud 
espiritual” (Gavilán, 1999), inspiración de “amplia y duradera influencia” (Cordua, 2013, 
p.11),  está  asociado  a  lo  reflexivo,  a  la  indagación  histórica,  artística  y  filológica,  a  la 
búsqueda de la  dignidad innata  del hombre  y el fomento de sus potencialidades críticas 
(Castillo, 2014; Gavilán, 1999; Said, como se cita en Spang, 2007).  
 De  ahí  que  su  concreción  podría  vincularse  al  “logro  de  la  forma  mediante  la 
voluntad  y  la  agencia  humanas”  y  al  “ejercicio  de  continua  puesta  en  cuestión  y 
acumulación de un conocimiento abierto a las realidades históricas” (Said, como se cita en 
Spang,  p.264).  Esta  postura  de  rigor  indagatorio,  solidario  y  creativo  ante  la  vida,  con 
anclajes en la tradición greco-latina, implica una “genuina cultura intelectual” manifiesta en 
“alta  consciencia,  interioridad  espontáneamente  ética”,  “pura  disciplina  de  la  ciencia” 
incorporada a la existencia diaria (Gavilán, 1999, p.22).  
  Si fuese posible concentrar en una escena vital todos los vaticinios, contradicciones, 
luces  y  reproches  que  rodearían  la  obra  retamariana  —esencialmente  humanista,  como 
iremos argumentando— en el lapso de 60 años, esa escena podría ser el momento en que el